9 de mayo de 2012

Los saberes de mis estudiantes en el uso de las TIC en el ámbito educativo

Internet es un espacio que ha reconfigurado la dimensión de la realidad. Una sociedad espejo.

Explicar el éxito de Internet es complejo para los no versados en el tema, pero al entrever las posibilidades del medio-instrumento permite comprender, al menos en parte, el comportamiento de quienes lo han adoptado como habitación alterna.

Un gran número de adolescentes actuales utilizan con familiaridad y destreza los servicios que ofrece la Web, incluso lo han establecido como sitio de recreo, para socializar u obtener información diversa. Así, lo que confirmé en el sondeo hecho entre mis alumnos, es que Internet es concebido como sitio de entretenimiento –dixit Sartori-.

En esa habitación alterna los adolescentes conviven entre sus iguales: no es tan diferente la manera en cómo se relacionan fuera del entorno virtual. La red social de un adolescente contemporáneo, como los de otras épocas, se conforma en función de sus actividades y esferas de acción, que generalmente son las escolares y familiares. Así, la construcción de sus relaciones se ven favorecidas por las redes sociales (Facebook, Twitter, Messenger, entre las más utilizadas), que articulan los espacios para los encuentros, pues no sólo éstas “son el espacio de”, sino que favorecen la creación de comunidades que reducen el enorme universo para la socialización.
Las comunidades de amigos, por lo tanto, son una respuesta que nace de la emergencia para evitar el anonimato. Estas comunidades se organizan en un universo público, como las redes citadas, en las que son posibles los mundos diseñados para grupos reducidos que comparten algo en común.

Con lo anterior, quiero decir que los adolescentes usan Internet respondiendo a sus necesidades y preocupaciones. Así, y en función de las posibilidades que da la herramienta, identifiqué que mis alumnos saben buscar información sobre música de los grupos de moda, videos e información para realizar las tareas escolares; que conocen pocos sitios, pero que les proporcionan lo que buscan; también, cómo “bajar” y “subir” fotografías a sitios determinados y manejan algunas aplicaciones para editar, transferir y compartir imágenes. Respecto de la búsqueda de información específica, confiable, la selección, organización e interpretación, poseen saberes elementales, tanto metodológicos como de análisis.

Es cierto que los estudiantes manejan herramientas tecnológicas en diferentes niveles de complejidad, en algunos casos, incluso, elevado. Sin embargo, la cautela y la planificación debe ser la tendencia para su uso. La solicitud de elaboración de actividades que requieran el uso de este tipo de herramientas y recursos, lo sabemos muy bien, ha dado pie al robo intelectual y al plagio indiscriminado.

La corriente de pensamiento que impulsa Jordi Adell, propone conceptualizaciones atractivas y novedosas del conocimiento y la función de la escuela. Sin embargo, su aplicación en el contexto escolar donde trabajo, por ejemplo, resulta ajeno y distante porque, considero, para llegar a las fases donde se hace posible la democratización del conocimiento, exigen, más que la adquisición de conocimientos y habilidades: precisa un cambio de actitud, como dice el mismo Adell.

En síntesis: el uso de TIC es posible, necesario y pertinente en las materias que imparto (Taller de Lectura y Redacción y Literatura), pero apelo a la planeación y uso estratégico.

En el caso de los saberes tecnológicos de mis alumnos y, en concordancia con las características de las asignaturas que imparto (del campo de Lenguaje y comunicación), se pueden integrar actividades de investigación guiadas para proporcionarles algunas herramientas metodológicas de búsqueda de información confiable, útil para determinados contenidos de las asignaturas, y pertinente para el nivel académico. La elaboración de WebQuest sobre historia de la literatura mexicana, es una opción.
El concepto de compartir el conocimiento, insisto, me parece atractiva, pero también debe regularse y partir de la planificación. No obstante, el trabajo entre iguales dentro y fuera del salón de clases, se ha dado siempre.

Una estrategia para que los alumnos compartan sus saberes es el trabajo en equipos colaborativos. La organización del grupo en equipos integrados por estudiantes que manejen distintas aplicaciones y servicios de la Web, o bien, equipos formados con alumnos que desconozcan el medio-herramienta y por quienes sean hábiles navegantes, son opciones que pueden facilitar estos aprendizajes. En este proceso, la guía y mediación del docente es fundamental, ya que debe proporcionar herramientas metodológicas para que los estudiantes adquieran y desarrollen competencias tecnológicas y de investigación en medios virtuales. La negociación entre docente y estudiantes para conseguir los recursos debe estar abierta a las posibilidades que se presenten, así como a la infraestructura de la Institución.

Para cerrar: considero que el traslado de saberes informales al ámbito académico, puede no ser complejo y ofrecer alternativas para la enseñanza-aprendizaje; sin embargo, el proceso de resignificación de espacios reservados para el esparcimiento, para convertirlos en sitios para el conocimiento formal (escolar), puede obstaculizar el uso de la Web como herramienta en el proceso educativo.

Mi confrontación con la docencia

Llegué a la docencia por necesidad. Cuando concluí la carrera en la universidad deseaba trabajar en cualquier lugar menos dando clase, pues, además de que me aterraba hablar en público, pensaba que no tenía habilidades para eso; sin embargo, no tenía muchas opciones y si necesidad de tener un sueldo. Así que un día me encontré enfrentando mis miedos. Pero no sólo fue la necesidad económica, también fue por un contagio que llegué a la docencia: conocí a una persona que “padecía de entusiasmo” –dixit Eduardo Casar- y pasión por la docencia y trabajar con adolescentes.

Los primeros semestres que di clase me divertí y disfruté mucho el trabajo. Cuando mi ignorancia me impedía sujetarme a muchas reglas, continuamente me salía del guión (del programa de la asignatura). Los profesores que daban clase en los salones contiguos al mío iban a callar a los alumnos pensando que no tenían clase y estaban “echando relajo”; yo me divertía mucho observando los “montajes” de las obras que ellos mismos escribían e improvisaban en clase. Por supuesto que no todas mis clases eran así, pero mi falta de experiencia y el entusiasmo que me contagiaban los muchachos, me hacía proponer tareas que, a la distancia, me parecen poco académicas.

En ese tiempo, formativo para mí, y de muchos descubrimientos, supe que no me iría pronto de la escuela (aunque viví momentos de mucha frustración en el plano personal y laboral). Y aunque sí me fui, regresé a Colegio luego de tres años como responsable del área Paraescolar. En ese trabajo, que también disfruté mucho, viví experiencias muy diversas y enriquecedoras, aunque lo que hacía era una labor más administrativa que académica.

Al irme y regresar me convencí de que quería continuar en el área educativa porque era un trabajo que me gustaba –y me gusta y disfruto-. En bachillerato hay mucho por hacer con los jóvenes, tanto por compartir y descubrir sobre la docencia, la literatura y la adolescencia, entre otros mundos, pero también, tanto por aprender y seguir construyendo. Ser profesora en bachillerato es como un juego continúo de reinvención y reescritura de la vida misma, un juego de posibilidades para compartir lo que he aprendido.