Llegué a la docencia por necesidad. Cuando concluí la carrera en la universidad deseaba trabajar en cualquier lugar menos dando clase, pues, además de que me aterraba hablar en público, pensaba que no tenía habilidades para eso; sin embargo, no tenía muchas opciones y si necesidad de tener un sueldo. Así que un día me encontré enfrentando mis miedos. Pero no sólo fue la necesidad económica, también fue por un contagio que llegué a la docencia: conocí a una persona que “padecía de entusiasmo” –dixit Eduardo Casar- y pasión por la docencia y trabajar con adolescentes.
Los primeros semestres que di clase me divertí y disfruté mucho el trabajo. Cuando mi ignorancia me impedía sujetarme a muchas reglas, continuamente me salía del guión (del programa de la asignatura). Los profesores que daban clase en los salones contiguos al mío iban a callar a los alumnos pensando que no tenían clase y estaban “echando relajo”; yo me divertía mucho observando los “montajes” de las obras que ellos mismos escribían e improvisaban en clase. Por supuesto que no todas mis clases eran así, pero mi falta de experiencia y el entusiasmo que me contagiaban los muchachos, me hacía proponer tareas que, a la distancia, me parecen poco académicas.
En ese tiempo, formativo para mí, y de muchos descubrimientos, supe que no me iría pronto de la escuela (aunque viví momentos de mucha frustración en el plano personal y laboral). Y aunque sí me fui, regresé a Colegio luego de tres años como responsable del área Paraescolar. En ese trabajo, que también disfruté mucho, viví experiencias muy diversas y enriquecedoras, aunque lo que hacía era una labor más administrativa que académica.
Al irme y regresar me convencí de que quería continuar en el área educativa porque era un trabajo que me gustaba –y me gusta y disfruto-. En bachillerato hay mucho por hacer con los jóvenes, tanto por compartir y descubrir sobre la docencia, la literatura y la adolescencia, entre otros mundos, pero también, tanto por aprender y seguir construyendo. Ser profesora en bachillerato es como un juego continúo de reinvención y reescritura de la vida misma, un juego de posibilidades para compartir lo que he aprendido.
Hola Eliana
ResponderEliminarGracias por compartir tu historia como docente y las características de los adolescentes del bachillerato, creo que los describes y analizas muy clara y emotivamente, que me lleva a reflexionar nuestra función, (tema, muy pertinente a la víspera del día del maestro), ya que lo que escribes en ambos documentos es el sentir, hacer y valoración de lo que yo creo que es ser maestro, reconocer miedos, dificultades, los retos del hacer, y las áreas de oportunidad que día a día se descubren y que no se extinguen, al contrarios cada generación, cada cambio tecnológico, o de formas de relación o comunicación, es un nuevo momento para reflexionar y cambiar en matices, pero en esencia permanece algo, que es la motivación que se siento al trabajar con jóvenes adolescentes del bachillerato, motivación que nace de la propia historia adolescente, que hace querer entenderlos y querer ser ese alguien que uno encuentre en la vida, que le re significo su visión del mundo, su permanencia y crecimiento, creo que resulta ambicioso querer ser alguien significativo para los jóvenes en su estar en el mundo, pero es internamente un anhelo que le da sentido a ser docente y a la participación social que se diente al desempeñar esa función.
Un abrazo
Patricia Ramírez